Revista blog: Se colgó la vaca

Diarios de la Vaca

Para justificarnos, para dar fe de erratas, para mentarnos la madre, para sufrir, para gozar, para discutir sobre basura reciclable.

lunes, 14 de marzo de 2011

El veneno que esconden las gomitas


  Luis Miguel Grisales

¿Qué puede ser más enviciador que unas gomitas bien sabrosas? Todo está a favor de ellas. Son baratas, saben rico, son llamativas y tienen un poder altamente adictivo. La verdad, no sé si hay un componente especial que las haga tan apetitosas, vaya a saber uno qué mierda le muelen a eso y uno feliz consumiendo.
Lo mejor de todo es que la venta de las “gomitas” se convirtió en un negocio muy rentable en las universidades. Se puede notar la cantidad de personas que pasan por la entrada de la U con su chaza refinada, exhibiendo el negocio que va dejar al otro sin dinero, porque claro, una sola no es suficiente, lo que hace que no sean ya tan baratas y cuando se acaba el dinero sólo quedan dos opciones, o deja de consumir o le pide que le fie y la cuenta crece y crece.
No a todo el mundo se le acaba el dinero para seguir comprando. Estos siguen comiendo hasta que pasa algo peor. Un terrible dolor de estomago, chuzadas terribles acompañadas de uno que otro pedo que lo hacen retorcer y hasta sudar frio. Es que ¿qué puede ser más incomodo que una indigestión en el lugar menos indicado? En este caso, el salón de clase. El profesor hable y hable mientras uno lo mira, cómo tratando de disimular, frunciendo nalga y mostrando una sonrisita que no hace más que reflejar ese desespero. Me imagino que eso mismo le pase a uno en sus días de conquista, poca confianza y una buena impresión que hay que construir, pero que en ese momento tiende de un hilo.
Al preguntarle a personas del común, ¿qué es lo primero que muerde de una goma con figuras de animales?, obtuvimos respuestas como:
“Me gusta morder pedacitos pequeños de los brazos y piernas para que disfrutar más de la goma y me salga más barata”.
Está bien que haya que cuidar el bolsillo, pero no hay derecho a tanta tacañería.
“yo muerdo la cabeza, me gusta acabar con esa imagen tierna y la carita sonriente”. Realmente uno se queda pensando en qué es lo que está pasando. Pero ésta no es la respuesta más asombrosa. “Realmente me gusta arrancarles la cabeza, imaginar que sufren me vuelve más adicto, sobre todo cuando tienen centro líquido”. Parece como si las gomas estuvieran ligadas a la violencia. “Me gusta torturarlos mordiendo cada parte de sus miembros, por último la cabeza”.
Tal vez por eso se vuelve tan atractivo el consumo de gomas, es como una forma de desfogar emociones reprimidas, pero es preferible pensar en aquellas personas que lo hacen sanamente y se han sentido perjudicados de uno u otra manera.
Flatulencio Ortiz nos cuenta sobre su experiencia, él es un adicto a las gomas y dice que su vida se ha ido desvaneciendo poco a poco. “Yo empecé a consumir cuando estaba en tercer semestre y al principio parecía inofensivo, pero con el paso del tiempo me di cuenta de los riesgos que trae comer tantas gomas”, Flatulencio empezó a perder atención en las clases, su cuerpo estaba en el aula, pero su mente volaba en un mundo de glucosa y colores llamativos. “llegó un momento en el que yo no ponía cuidado en clase, primero por andar masticando y segundo por los dolores de estómago acompañados de una fuerte pedorrera, ya nadie se hacía a mi lado, perdí a mis amigos”.
Lo que le paso a Flatulencio Ortiz es algo que tal vez le pueda pasar a usted, así que tenga precaución a la hora de consumir estas “nobles” gomas enemigas del colon y de su bolsillo.

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