Revista blog: Se colgó la vaca

Diarios de la Vaca

Para justificarnos, para dar fe de erratas, para mentarnos la madre, para sufrir, para gozar, para discutir sobre basura reciclable.

lunes, 14 de marzo de 2011

La Eterna Manuela

Juan Felipe Quiceno 

-No recuerdo la última vez… la verdad mi mano ha sido fiel amiga. Por la mañana y por la noche me saca de unos apuros.
-Con razón, tú eres el hijo de puta que ha manchado todo de leche. Ya no puedo agarrarme de ninguna parte del barco cuando la marea nos golpea porque está todo salado.
Puede que a ti no te haga falta, pero a mí sí, aunque sea con manuela.
-Pero sin manchar toda la cubierta, cabrón.
-TIERRA, gracias al cielo, por fin tierra.
-Adiós, Manuela por fin mujeres a la vista
-Con cuidado, ellas tienen hombres y no parecen amigables.
El barco se detuvo y algunos hombres descendieron de su interior. Estatura mediana, con barbas puntudas y de color castaño. Ojos enigmáticos que reflejaban un pasado en tierras lejanas y civilizadas. Esos ojos intentaban sin éxito, enfocarse en alguna parte de todo el panorama exótico que observaban. Palmeras gigantes, abundante selva en el fondo, animales que nunca habían visto y unos seres de piel oscura que andaban casi desnudos, con unas ramas que cubrían sus genitales, siendo ésta la única ropa de la que disponían. Portaban adornos diversos, con colmillos, piedras preciosas, conchas que les daba un aspecto ancestral.
Se miraron por muchos minutos. El asombro era mutuo. Los navegantes se distraían con cualquier objeto que no habían apreciado, con un animal que les pasaba cerca, mientras los pobladores empezaban a tomar una actitud defensiva y uno de ellos, el que parecía el líder, por la calidad de los adornos que poseía, les pregunto en un idioma que los navegantes no entendía, que querían y por qué venían.
Ya los navegantes estaban dispersos y no prestaban atención. El líder de esa tribu empezaba a inquietarse por la peculiar forma de actuar de estos personajes.
-Jamás en vida había visto tanta naturaleza. Mira que animales tan extraños y que gente tan fea y mal vestida.
-Es que no saben manejar un lugar tan bien dotado. Dios le regala a los más ignorantes todas las posibilidades de triunfo y éstos desde su incapacidad desaprovechan todo.
-Por eso Dios crea gente como nosotros, para enseñar el camino.
-Queridos pobladores hemos venido en son de enseñanza. Dicho esto empezó una de las relaciones má simpáticas de la historia humana. Dos grupos humanos con marcadas diferencias en muchos aspectos, que tenían idiomas tan diferentes, empezaron a comprenderse, a relacionarse hasta compenetrarse por completo.
Pasó el tiempo y los navegantes estaban adaptados a las inclemencias del clima tropical, entablaron excelentes relaciones con todos los pobladores y empezaron a ejecutar su brillante plan.
-Los tenemos, joder. Estos tíos están empezando a hacer todo lo que decimos, dentro de poco nuestro dominio será absoluto y explotaremos estas tierras para nuestro beneficio.
Mientras los navegantes ingeniaban diversas estrategias para hacerse con todo el terriotorio, los pobladores, para nada ignorantes, tenían todo preprado para defender su tierra. Ellos desde hace rato conocían las intenciones de los navegantes que, al ganarse su confianza, buscaban arrebatarles lo que por herencia era les era propio.
Los pobladores estaban esperando la reunión que se llevaría a cabo en dos días con los pobladores para empezar su macabro plan, que consistía en asesinar por la noche a los principales líderes de los pobladores y así hacerse con el control del territorio.
-Con esta reunión nos ganaremos más su aprecio y no serán tan cautelosos por las noches. He notado que disponen guardias para vigilarnos. Pero ya no más hemos ganado su confianza.
“El banquete está servido”, anunciaba uno de los pobladores. Poco a poco la gente ocupó sus respectivos lugares, dejando los últimos tres asientos para los navegantes que se sentían privilegiados.
El plato que sirvieron se componía de verduras frescas, carne de cerdo y papas gigantes que tenían un apetitoso aspecto. Los navegantes consumieron con fruición y quedaron plenamente satisfechos.
Luego, los tres hombres, los condujeron a sus cuartos para que descansaran. Cuando éstos abandonaron, los navegantes con sonrisa malévola empezaron a ultimar detalles de su conquista. En ese preciso instante los atacaron los dolores más agudos y profundos en el estómago, lo que los tumbó y los puso a retorcerse en el suelo. Los ojos se les pusieron rojos e hinchados , los dedos se les retorcieron y empezaron a surgir calambres en todas las extremidades hasta ponerlos a llorar y gritar como niños pequeños.
Ante el alboroto, todos los pobladores llegaron y cuando las mujeres los fueron a auxiliar. El líder máximo de la tribu, llamado Yarsha, un hombre viejo de aspecto taciturno los detuvo de inmediato y se acercó ayudado por los tres hombres que habían conducido a los navegantes. Cuando llegó hasta donde se encontraban los hombres tumbados dijo: ¨estos hombres desde que llegaron a nuestras tierras lo único que han querido es apoderarse de ellas, dejarnos sin nada. Se han burlado de nuestra confianza. Por eso han recibido el castigo que nos aconsejó nuestro dios para estos casos. Ofrecerles papas del monte Baudú.¨
Dicho esto, todos se sorprendieron y empezaron a mirarse extrañados. Por los pobladores era conocido que en el monte Baudú se producían las papas más venenosas de toda la isla. Quien comiese de allí sufriría una tortuosa y larga muerte. Empezaba con dolores estomacales y calambres, avanzado a migrañas, dificultad para respirar y punzadas en el corazón. La persona terminaba deseando morir después de tanto sufrimiento.
Sin embargo, estas papas no sólo tenían esa facultad ponzoñosa. Las usaban los hombres más sabios para descubrir verdades a las que no podían acceder directamente.
Yarsha, desde su experiencia nunca confió de los navegantes, pero para asegurarse decidió dejar papas camufladas en las habitaciones de estos hombres.
Después de un tiempo, Yarsha mandó  a cogerlas para analizarlas, porque sólo él desde su sabiduría podía descifrar los códigos que en la papa se observaban.
Cerca de una semana duró Yarsha descodificando lo que allí se veía. Después de realizar dicha interpretación organizó una reunión con los hombres de más confianza para contener las acciones maquiavélicas de los navegantes.
La primera decisión fue consultar con el dios Segaron el castigo que se debía ejecutar. Para ello Yarsha ascendió el monte Danasbo, el más alto de la región. Allí logró entrar en comunión con Segaron y éste le aconsejo el mejor castigo.
Todo se planeó y ahora veían a los navegantes desesperados, queriendo tener 8 manos para sobarse los lugares en los que estaba sintiendo dolor. Los pobladores sentían ira y frustración, pero en su cultura la venganza no se veía bien. Todos dejaron el lugar y continuaron sus labores cotidianas mientras los navegantes pedían piedad.
Al cabo de unas horas de gran sufrimiento, los navegantes entraron en un estado de semiinconsciencia producto de los dolores que sentían en todo el cuerpo. Sus sensaciones se hallaban paralizadas, no tenían percepciones del ambiente que los rodeaba y una oscura sombra nubló su visión.
La muerte fue un descanso para sus cuerpos incapaces de tanto aguante, pero sus almas vagaron por siempre esas tierras sin poder escapar de ellas hacia un lugar donde pasar la eternidad. Una extraña fuerza se los impedía y los recuerdos trágicos de la muerte los atormentaba todo el tiempo, impidiendo el tan prometido descanso que se pregonaba en la religión del país de los navegantes.
Tampoco podía expresarse entre ellos o hacia los demás, por lo que su único consuelo era mirar por las noches a las jóvenes y bellas pobladoras mientras se desvestían para aplicar unas manuelas a mano cambiada que llenaran un poco de paz el angustiado espíritu de estos navegantes de la vida y la muerte. No cabe en la cabeza de nadie cuerdo que después de muerto se sienta algo, pero para estos hombres en ese aburrimiento nada era imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Zona de comentarios. Por favor, no armemos bronca en este espacio. Recuerde mugir, no rebuznar.